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Fabiola

Padece de verborrea.
Tiende a hablar de sí misma en tercera persona.

Nació en España, apareció en Venezuela y regresó
Es extranjera para ambos países.
Asume el hecho de que siempre será extranjera.

Le gusta pensar en un nuevo destino y admira el espíritu nómada.
Adopta acentos, se inventa algunos. Habla raro.

La música es su salvavidas.
Aterrizó leyendo.
Despegó escribiendo, de forma curativa.

Planea hacer algo que cure a otros también, aunque sabe que a veces sólo escribe estupideces. De vez en cuando es incorrecta.
Una vez le lavaron la lengua con jabón, lo recuerda vívidamente.
No le gustó. 

Consulta diccionarios, besa, sonríe sola y discute con objetos inanimados.
Pero ignora a las almohadas.
Las almohadas perdieron demasiadas oportunidades para ser útiles.

Detesta las conversaciones monosílabas, pero las onomatopeyas interesantes están permitidas.

Disfruta de la compañía de los animales y de algunos seres humanos. Siempre tiene los meñiques ocupados de promesas.
Acepta ser ingenua e irremediablemente torpe. Sus mayores defectos son ser demasiado autodidacta y tener dificultad para decir “¡basta!”


Ama.
Es inestable e impulsiva por amar. 
Le aterra la idea de perder la sensibilidad o ser fría.

Muy consciente del tiempo, se preocupa porque otros lo sean también.


Tiene fugas de ideas, debilidad por manzanos y unicornios. Le costó tanto aprenderse las tablas de multiplicar que las tuvo que pegar en la ducha.
Su razonamiento matemático es preocupante.


No tiene una religión, una vez la tuvo.
Cree en la felicidad sin tener que llevarse a nadie de por medio.

Agradece su cuerpo.
Le gusta cuidar de todos los cuerpos a su alrededor para devolverlos en buenas condiciones a la tierra.


No le gusta la palabra "demasiado".
Habla demasiado de sí misma.



Manzano


O lo que de lejos se ve como patas de gallo