La noticia es de 2007, pero no la había visto.
Joshua Bell, violinista, toca en el metro de Washington.
La conclusión inmediata es pensar en las diferencias en cuanto a las percepciones de las personas. Estoy de acuerdo pero, es un experimento ¿no? Y se trata del metro.
Yo diría que tocar en un metro, por la afluencia de personas y que la probabilidad de encontrar un amante de la música sea mayor, atrae, pero en sitios más tranquilos y recreativos sabes que la gente está para disfrutar.
Andan lentorrones, y se quedan mirando cualquier cosa. No escucharte ahí, eso sí es una bofetada.
En el centro, en la plaza y alguna vez en mi avenida, encuentro músicos que tocan el acordeón y el violín.
Soy feliz de escuchar y estoy agradecida por ellos. Las calles simplemente cambian.
No puedo hablar sobre esto sin darle ese toque Yo de comparación: en donde crecí no tuve la suerte de cruzarme ni una vez con algo así. En mi primera experiencia estaba sola, pasando por debajo del arco de piedra, había una fuente, había un señor tocando el acordeón. Fue mágico.
Quizás por eso sigue siendo increíble para mí, quizás por eso a los niños, como al de Washington les fascina. Es nuevo, es raro y es genial.
Los adultos que aprecien o simplemente perciban estas cosas (una y otra vez) pasarán mi filtro personal y serán considerados maravillosos.
Esto no quiere decir que una persona que no se detenga no lo haga. Y por eso, para mí, la noticia es sólo un dato, con sus resultados. Las conclusiones son libres.
Hay personas que no consideraron detenerse a pagar por lo que estaban escuchando, hay otras que simplemente pudieron alejarse con prisa y disfrutar todo lo que podían, hasta que el sonido se alejó demasiado.
Cada quien es libre de actuar como le parezca, pero esto es algo que hago y pienso yo, en relación conmigo misma: si es una calle estrecha, si está muy llena y por la fuerza hay que pasar muy cerca, tengo la decencia de no hacerlo como si no existiesen. Como si su música no valiese ni una mirada mía, ni una sonrisa, una moneda, o devolverles esos gestos que hacen al ver que estás escuchando, como diciendo "ahora, para ti."
Aún así, tengo que confesar que no suelo pararme directamente delante, precisamente por esos gestos, simpático sí, pero me da vergüencita. Sí, yo probablemente hubiese estado escuchando en el metro de Washington, pero detrás de una columna.